martes, 12 de julio de 2011

DE MIL COLORES

¿Que seria de la decoración sin los colores? ¡Seria minimalismo! Parece que con las tendencias de los últimos años, los colores hayan desaparecido de nuestras casas y no solo, parece que ya no existen en nuestras vidas. Mirando las revistas no vemos más que blancos, negros, grises y pocos colores más. En los años ’70 el color rompió esquemas, los papeles multicolores invadieron nuestras paredes, los greses nuestros baños, las alfombras los suelos y los estampados los sofás. En los ’80 todo se volvió mas brillante, los lacados rojos, blancos y negros, los suelos de mármol, las paredes blanca, contrastadas con otras de colores intensos, y las pinturas abstractas dando pinceladas aquí y allí. Los ’90 se preocuparon de quitarlo todo: fuera los artificios, los adornos, la decoración y presupuesto los colores. En su esencia se quería volver a la practicidad, a la comodidad y sencillez, a revalorar los materiales naturales y las formas básicas. Pero fue con el nuevo milenio que el “minimalismo” se hizo moda y adquirió valor, ya no de sencillez, si no de estatus social. Todo se quedó en lo superficial, y lo “mínimo” era gastarse un pastón para poder lucir tu casa como en una revista. No importaba si luego te sintieras en ella como dentro una nevera. En todos los rincones se oía decir que “menos es mas”, aun que quien lo decía lo hacia desde su Mercedes, buscando sus gafas de Gucci en su bolso de Prada. Ahora que, gracias a la crisis, menos es menos y no hay vuelta de hoja, ¿que vamos a hacer? ¿No habrá llegado el momento de sacar los colores a lucir? Hasta las pasarelas de moda se colorean en estos momentos y los colores, reflejos directos de la luz, nos devuelve la alegría y ayudan a mirar hacia delante con mas optimismo. Somos mediterráneos, rodeados de luz y colores, y lo mejor que podemos hacer es inspirarnos en nuestro entorno, en la naturaleza y en la fuerza que la mantiene.  Hemos cambiado, y ya no somos los psicodélicos setenteros, ni los hedonistas ochenteros, algo del sentido minimalista se nos ha pegado y lo valoramos, pero podríamos evolucionar y volver a poner alguna frecuencia del arco iris en nuestra vida. ¿Donde y como? Yo opto por las paredes. Es fácil, barato y si me canso, o no me gusta el resultado, las vuelvo a pintar. No excluyo colores en las alfombras, hay de estupendas, muy decorativas, por diferentes bolsillos y seguramente más barata que cambiar un suelo. Tampoco no nos costará mucho tapizar un sofá o cambiar unas cortinas, aun que evitaría estampados, pero si combinaría colores. Tendremos que equilibrar y visualizar el conjunto para no crear choques, o diferenciar y contrastar para definir espacios. No hay colores feos, hay colores mal utilizados. A veces se trata de encontrar el justo tono para que todo encaje. Valoramos nuestro entorno y los colores de la naturaleza como inspiración. No será lo mismo una casa del mediterráneo a una de Galicia, hay otra luz y otras referencias cromáticas. Hay colores que no nos gustan o que no pegan con el mobiliario, o con el suelo, o con el coche. No pasa nada, no estamos obligados a pintar el comedor color chicle, y si nos gusta todo blanco… pues blanco! Solo propongo ampliar las posibilidades y dar libertad a los sentidos. Hace años, en un viaje en Brasil, visité una pequeña ciudad colonial y me quedé impresionado de la variedad de colores que llenaban las fachadas de sus calles. Me di cuenta que las posibilidades son infinitas y sus combinaciones, si nos dejamos de prejuicios, increíblemente hermosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario